Las calles ya no me sollozan,
besos de viajero ofrendados por las hojas...
Lluvias tardías de otoño sin gurú.
Súplicas al cielo jamás he levantado,
hoy voy a devorarme al viento,
entre insectos, con mis letras muertas.
La última nota de morriña quema mis manos
y ahoga una cicatriz seca.
¡Se acabaron los llantos!
¡Se acabaron los ecos!
Hoy mi espejo me ha encontrado.
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